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PRIMITIVA ELEGÍA

 

                            A Luis Llorente

 

En esta mansa noche de verano

en que la brisa y su manera de acoger la mirada

acercan el recuerdo, en ti

pienso de nuevo, inquieto niño

de ambiciones furtivas, desarmada

criatura de alas primorosas.

 

Si miro al horizonte, casi puedo

distinguir tu silueta: estás sentado

al borde de la orilla, con una caracola

pajiza entre las manos, esperando quizá

la caricia gentil de la marea.

En ese ayer, la tarde soleada

e inmortal nunca conserva para tus ojos

ángulos tristes: no es posible

descuidar la alegría si se es

aún enteramente asombro.

 

Saber quisiera

en qué rincón extinto de mi vida

exhalaste tu último suspiro

para dar paso al hombre que hoy habría

de ofrendar su tiempo a esta inquietud,

en qué recodo

lúgubre se apagó tu maravilla,

discreta y noble como el pulso de los álamos.

 

Saber quisiera en qué momento,

en qué momento abandonaste

las lindes de mi cuerpo. Ya sin ti

el porvenir es solo una plegaria.

 

 

                   (De Quizá el fervor, La Isla de Siltolá, 2015)

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SOLO EL POEMA


¿Recuerdas, después del amor? Pasabas
tu mano por mi frente exhausta
casi como la luz por el crepúsculo.
Luego tu espalda me pertenecía
estricta, despaciosamente: dádiva
era su suavidad para mi tacto.
Más tarde, entrelazados, siempre
leíamos a Celan y a Kavafis,
y bajo la música excelsa de sus versos
la noche se encogía hasta volverse
indecible.

¿Recuerdas, después del amor? Si ahora
estuvieras leyendo estas palabras,
sagaz, astuta, lejanísima,
quisiera que en ellas pudieses revivir
aquellas pocas formas sublimes, aquellas
ciegas costumbres quebradizas
en cuyo hábito aprendimos el coraje.

​

​

                      (De Quizá el fervor, La Isla de Siltolá, 2015)

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NECROLÓGICA

 

                                     (Introito)

 

Aunque a día de hoy ignoro el modo
de dirigirme a ti sin violentar
el espacio sereno del poema –que
de pura nada justifica su desidia–,
te diré: observa
cómo el polvo sepulta nuestros versos.
¿Habré empeñado mi destino, acaso el tuyo,
al perseguir solemnidad en verbos nobles,
negándome al idioma humilde
que debiera el amor haber dispuesto?
Algo de lo que fuimos hoy nos juzga
por haberlo elevado entre las cosas
con la violencia propia de nuestro deseo,
de nuestra contemplada desnudez.
Para no extraviarla entre las venganzas
del ayer y entre los fuegos
del mañana, escribir
que hoy ya es otra mi pena:
las palabras no están donde juraron.
Ha muerto la belleza de los nombres
que una tarde de abril yo fui escogiendo
para burlar tu pesadumbre.

​

 

                       (De Claudicaciones, Renacimiento, 2016)

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                                                 XXV

                                Insomnio de Barrett

 

                                                      shine on you crazy diamond

 

Que la noche no encierre entre sus muros violados

por la sombra esta poca fe que supe forjarme

a lo largo del día, si pensaba en nosotros

trotando hacia la muerte, apolíneos y estrictos,

amándonos deprisa en mitad de un cementerio.

Es verdad que a estas horas la costumbre febril

del pensamiento entierra en vida y va contagiando

la avidez de tacharse lo mismo que se tacha

con ira un verso ingrato o un vocablo ingobernable,

 

pero no, que la noche no encierre entre sus muros

raptados por la umbría esta escueta esperanza

de la que me colmé al evocarte descendiendo

sobre el lecho llagado en el que yo agonizaba

para conducirme después rauda hacia el Valhalla

cautivo y extasiado en tu melena de lumbre.

Repítete incesante en la demencial esfera

de esta noche, Valquiria ignota, no decaigas.

En tu nada confío para no amar el tiempo.

​

​

                                 (De Claudicaciones, Renacimiento, 2016)

​

​

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V.

​

Una luz malherida penetra el ventanal
y va posándose en tu bajo vientre:
ya una región del muslo iluminada apenas.
Alguien se ha levantado para contemplarte.
Alguien se ha levantado para ver de cerca
cómo todo su ayer aquí converge
lo mismo que en aquel ascenso el ala.
¿Soy yo quien ahora observa y es desaire,
sueño de inmediatez, ventura solo?
¿Soy yo quien ahora mira sin recelo?
Alguien se ha levantado hace un segundo
para contemplarte, y acaso
toda la paz de su contemplación
sea ya signo y origen de tu cuerpo.
¿Quién es? ¿Soy yo quien a la orilla
de tu descanso no recuerda? No es posible.
Alguien se ha levantado para contemplarte.
Alguien se ha levantado para abandonarse
delante de tan pura claridad.
¿Quién es? ¿Ha amado o ha perdido?

​

 

                            (De Claudicaciones, Renacimiento, 2016)

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YEATS

 

Sobre las lentas ruinas de la tarde,
cuando saberse ausente
ya no consuela sino que le da forma
al recuerdo más traidor,
si la voz se aventura a sostenerlas,
tus palabras ofician, exhalando
su secreto feraz, el milagro del sosiego:
renuevan la mirada y le devuelven
la inocencia al pensamiento. 
Contienen la pregunta
a no pocas respuestas tus palabras.
Atesoran un mundo irreparable.

​

​

                              (Inédito)

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SIN QUE MUCHOS

 

Agua de mar para la quieta orilla

y el duro roquedal. Ola y marea.

Luz que incida, celebre los relieves

y concluya las formas que a los ojos

perturben o complazcan. Aire

que roce el verde renacido

de aquellos pinos, aire que se nombre

como viento en confines imposibles.

Agua para limpiarte las heridas.

Luz que en tu memoria me conquiste.

Aire que tu cabello desordene.

 

Todo lo que incesante

se nazca y se repita

sin que muchos –acaso solo tú–

lo aguarden:

                          mi retrato.

​

​

                          (Inédito)

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ADAM PRESTON REMATA SU ÚLTIMO POEMA CON UNA APARENTE PERSONIFICACIÓN

 

No me detiene la memoria de los límites:
me hundo en tu raíz y muerdo sombra.
Sé bien que siempre anhela
la luz todo lo oscuro.

​

Será hoy cumplimiento. Mañana
tiempo victorioso
tu belleza terrible.

​

​

                               (Inédito)

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